Tierna, sentada en dulces, encontrándote como un reloj su segundo exacto, su tacto y caricia eterna, cien años de antigüedad y todavía me miras a los ojos, cariñosa, delicada, sin respuestas automáticas pero con sonrisas manuales, saliendo de mi imaginación, cabello al aire y una copa de vino tinto. Servido. Una de esas subidas, bastante extraña y ahí, sentada, tierna en dulces, primero vos, luego yo. Ideas sin sentido, con estupideces inmediatas. Envidio, robo, peco, disfruto, reimos. El dulce sabor, tú sentada, encontrándome en la mirada, como si fueran los segundos cada momento más cortos y el futuro, jugando a matarnos. Recordamos la existencia del universo, levantamos la cabeza y juntos sonreimos. El brillo en tus ojos por amor a Dios. Levantas un poco los brazos, sueltas el trago para darme lo que describo como; sexo sin penetración, a su vez cariño, el cielo dentro del cuerpo. Detrás de mí, bellos de punta. Tus huellas dactilares pasando por mi rostro, frente, cejas, pestañas.Encontrándote conmigo,el esplendor de una casualidad, amor, alegría y deseo. Todas las memorias del cuerpo uniéndose en este momento. Pienso, es normal, pregunto por besos, me respondes con besos reales, llega la contradicción más profunda, sin deseo, pero te beso. Con ganas de terminar mi boca en la tuya, haciendo dóciles caricias, suaves, lentas, sublimes y efímeras. Trecientos valientes años deshaciéndome en tus labios, le sumo ochenta y ocho cayendo de venus a tu pecho, como resultado tengo tu partida, en un taxi.
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